jueves, 28 de junio de 2012

Alba sentida

Amanecer en Guatemala
¿Cuántas veces salió el Sol esta mañana?
¿Cuántas veces asomó su corolario por las ventanas del hombre madrugador, del amante del crepúsculo y del propio insomnio?
¿Cuántas veces escuchó el bostezo del cansancio y la sorpresa, y vio el alzar de brazos del que se consagra despierto?

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Es todo esto un pequeño alto al pensamiento antropocéntrico para virar hacia el Sol, que es alrededor de éste que se mueve el Planeta. Pero tampoco es a ese Sol, sino al sol, ese que vemos cada mañana, que no es el mismo que el de allá afuera, sino menos amenazador y más hospitalario.

domingo, 17 de junio de 2012

Silouette

Silouette. "Tres tres tres", un toque de hadamadrina y un cambio de identidad. Silouette vive en las inmediaciones de las sombras. Se define, se acerca a la superficie y termina por perderse ¿Quién sabe qué de Silouette? ¿De su hadamadrina? La hadamadrina de Siloutte no existe, tampoco reside en una varita o en una botella, pues, a pesar de todo, nunca le gustaron esas cosas. La pequeña Silouette no tiene hadamadrina, sino un dedo mágico que levanta y que convierte cualquier cosa en una maravilla. Así, no la necesita, pero tiene una amiguita en el espejo, toda derecha y real, y se parece mucho a Silouette, muy pequeña. Ambas se encuentran y sonríen, y se divierten haciendo muecas y aprendiendo a contar ("Tres tres tres") ¡Qué linda amistad tiene la pequeña Silouette!

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Curioso detalle el de la pequeña Silouette ¿Alguien tuvo un amigo así alguna vez?

martes, 12 de junio de 2012

Facebook: ¿Quieres ser mi amigo?


Crónica sobre la vida de Alina, una muchacha normal, en un mundo normal e interconectado, en la era de las redes sociales.

.+.+.+.+.+.+. Facebook: ¿Quieres ser mi amigo?.+.+.+.+.+.+.

Alguien toca la puerta. “¿Puedo ser tu amigo?”. Alina se lo piensa, no conoce a esta persona, pero le da curiosidad quién sea, entonces lo deja pasar e intercambian llaves. El desconocido ingresa a su sala y la queda mirando. Observa cada detalle, coge los diarios y revistas de la pequeña mesa y advierte lo que le gusta leer. Más allá hay un mueble con un minicomponente, lo revisa, presta especial atención a sus gustos musicales “¿Qué radio estaba escuchando antes?”, los CD dispersos en el estante le dan una idea de sus grupos preferidos, especialmente el póster de los Beatles que tiene a un lado de la pared. Sin más que le llame la atención, se dirige a la habitación, que Alina suele dejar abierta, por lo que no es un problema para el desconocido. Revisa los cajones, los álbumes de fotos le permiten saber cómo fue antes, qué hizo, quiénes forman parte de su familia. También hay algo allí muy interesante, una caja de correspondencias. El desconocido se entera prontamente de su vida privada, quiénes son sus amigos. Pero el tiempo se le ha terminado, ya en otra ocasión continuará hurgando, después de todo, tiene una llave. Alina, por su parte, se ha topado con una sorpresa al visitar a su nuevo amigo: un apartamento pequeño, completamente blanco, sin álbumes de fotos ni música ni revistas que leer, ni cartas. Solo puede diferenciar, colgada a un lado en la pared, una camiseta de fútbol, supone que de su equipo preferido. Antes de irse, el desconocido le deja una nota en la puerta “Eres muy bonita”. Al regresar Alina a casa, le presta poca importancia, ¿qué importa lo que diga un desconocido sobre ti, incluso si tiene la llave principal de tu casa?
Imagen tomada de Aquí
Por supuesto, algo así nunca pasaría en la vida real. Alina no es tan tonta como para darle las llaves de su verdadera casa a un completo desconocido, sería descabellado, pero ¿qué pasa si lo que entregas en cambio es el acceso a tu información personal en una red social? ¿Vale tu información tan poco como para dejársela a cualquiera? Probablemente Alina no piense así. Ella comienza su día escuchando el timbre molesto de su reloj-despertador, se da ánimos, enciende la PC e ingresa a Faceboook, ¿qué ha sucedido en el mundo mientras Alina dormía?, ¿qué han dicho sus amigos sobre ella, esos amigos madrugadores?, o sobre sus amigos, ¿comentaron su nuevo estado, de estar feliz por haber conocido a su actor preferido en una conferencia?, ¿le habrán creído? Ella espera que sí, y ríe al leer sus comentarios, pasa por alto aquellos que no conoce pero que curiosamente tiene como contactos. Ha recibido unas 5 invitaciones a distintos eventos y actividades: ferias, fiestas, conciertos y el cumpleaños de un antiguo amigo, piensa que hace mucho no lo ve, confirma su asistencia, igual que con las demás invitaciones: le gustaría ir a todas, pero sabe que no podría.

Tras este vistazo rápido, Alina se dispone a ducharse, cambiarse y tomar un desayuno. El mundo, sin embargo, continúa moviéndose. Se asegura de no perderse nada portando un teléfono móvil con acceso a Facebook. Camino a clases en el instituto, responde a algunos comentarios en sus fotos y descubre fotografías graciosas. Expresa su agrado con un “Me gusta”, y si es lo suficientemente gracioso, no dudará en emplear el botón de “Compartir”. En alguna de ellas se ha armado una discusión. Es una fotografía sobre su actor favorito, aquél que acaba de conocer ¿Era o no más sexy con barba? Alina piensa que no, le agrada más su aspecto actual, así que entra a la discusión a dar su punto de vista. Pronto, recibe una gran cantidad de “Me gusta” de aficionadas y aficionados que están de acuerdo con ella. No los conoce, “A Carlitos le gusta tu comentario”, no sabe quién es Carlitos, ni mucho menos “Tu lokitah xsiempre”, no tiene la más mínima idea, pero le alegra ser apoyada incluso en temas tan mínimos y superficiales. Llega a clase pensando en la barba del actor, pero pronto lo olvidará. Al terminar la clase, volverá a hacer una revisión, encontrará una discusión más interesante y volverá a ser apoyada.


Curiosamente, por la tarde, de regreso a casa, ha visto la nueva actualización del actor y ha recordado lo de su barba. Él ha enviado un saludo muy caluroso a sus fans que lo vieron en la conferencia. Alina cree que la recuerda y escribe un comentario. “Estuve ahí, me saludaste. Te amamos”. De inmediato, el hombre contesta afirmativamente. Es difícil que haya visto a Alina entre tanta gente, pero no puede negarse a un admirador. Por supuesto que a ella le emociona la respuesta, y actualiza su estado diciendo que lo ama. Sus amigas fanáticas pronto acudirán, incluso aquellas que no son sus amigas, y un desconocido, que se alegra enormemente por ella.

Alina recuerda que lo aceptó como amigo la noche anterior, ¿quién es? Aún no lo sabe, pero igual agradece a todos los que la han llamado suertuda. Intempestivamente, una de sus amigas la aborda por el chat, quiere saber los detalles, o al menos eso es lo que le dice. Alina se emociona al recordar, pero una nueva ventana de chat se ha abierto. Es el desconocido, que la saluda con un simple “hola”. La curiosidad la lleva a contestarle, y es arrastrada hasta su perfil. Una vez más comprueba que no lo conoce. Mientras, ella confirma que será imposible saber quién es él, incluso por su poca cantidad de amigos, unos 20, advierte su actividad registrada en su “muro”: “ha comentado la foto de…”. Se dirige hacia esa otra persona, pero tampoco la conoce, es una chica. “Eres muy bonita”, dice el comentario, “podemos vernos?”. Alina se extraña y siente miedo, sus fotos pronto serían comentadas de la misma manera, y para entonces, comenzará a rechazar al desconocido por el chat, y cuando esté harta, lo quitará de sus contactos y actualizará su perfil, pidiendo a los desconocidos que no se acerquen a su perfil. Pero, en primera instancia, ¿no fue Alina la que le permitió el acceso? Su información terminó en manos del desconocido, su nombre completo, los de su familia y amigos cercanos, la ciudad en que vive, el lugar en que estudia.

¿Cuántas veces ha revisado el desconocido su información?, ¿qué ha hecho con ella? Alina nunca lo sabrá, y mucho menos lo sabrá de aquellos desconocidos aparentemente inactivos, y sin embargo, los mantendrá en su lista de contactos mientras no la molesten directamente. ¿Es esto culpa de la red social? Alina se siente culpable ella misma, cree que si no lo hubiera aceptado desde un principio, no hubiera tenido una experiencia tan desagradable. Pero ya es tarde, de nada sirve quejarse. Mañana será otro día.

lunes, 11 de junio de 2012

Polvosonoros: Silencios, calles y Tchaikovsky


El domingo me topé de pronto con una intervención sonora en el centro de la ciudad. Se llama Polvosonoros y sus responsables son Gilda Mantilla y Raimond Chaves. Estará allí hasta el 17 de junio en el Jirón Belén 1042. Aquí el relato:

.+.+.+.+.+.+. Silencios, calles y Tchaikovsky.+.+.+.+.+.+.

Silencio. La noche. Un transeúnte despistado regresa a casa por un camino conocido. No hay nada impresionante por ahí: las mismas veredas de siempre, el mismo asfalto y el mismo aire de tranquilidad nocturna. Tal vez no la misma gente, pero sí para él, pues no los conoce. Los mismos edificios y las líneas blancas sobre la pista, casi invisibles, nimiedades para él, ya cansado. Escucha sus pasos aburridos y entona a Tchaikovsky para entretenerse. Escucha sus pasos, Tchaikovsky y una puerta abierta, un amplio pasadizo y una imagen al fondo que parece una caja de luz toda iluminada, una imagen de una caja de luz, o de algo parecido, y una pared rugosa. Pero no son reales, él lo sabe, o lo presiente, y se detiene. Jirón Belén 1042. Observa. El pasadizo casi oscuro y la pared al fondo iluminada, una pared que se mueve y un sonido profundo y estremecedor que viene de dentro y lo invita a ingresar ¿Una pared que se mueve?
Ya está bastante curioso, ha dado sus primeros pasos hacia lo desconocido, hacia esa pared, y ha advertido que se trata de una proyección. Sobre él reconoce el cañón de luz y en la pared, proyectada aquella otra, que ahora sabe que no es pared, sino concreto y asfalto, vereda y pista, y una caja de agua, no de luz, empotrada al piso. Y se mueve, por momentos se mueve. No es una imagen inmóvil. El transeúnte avanza, a la izquierda, descubre unas escaleras, iluminadas desde arriba por una cálida luz. Desde ahí viene la música, el sonido profundo y estremecedor. La curiosidad aumenta. Da un paso, dos, tres, y de pronto el vértigo… Una sombra se proyecta sobre la pista falsa en la pared. Se ve a sí mismo y piensa en el suicido, en tirarse desde un edificio, en qué habrá allá arriba, y se deja guiar por el sonido y la curiosidad.

Escaleras arriba, un lugar estrecho, segundo piso. Puertas cerradas, más escaleras, y el sonido continúa. Hay parlantes por todos lados, poseídos por un espíritu profundo y estremecedor, y gritan desde las profundidades del subconsciente intentando provocar inseguridad y miedo. Hay que subir más.

El mismo escenario, una puerta semiabierta y una bodega del otro lado, a oscuras ¿Saldrá algo o alguien de allí? No. Arriba, piso cuarto, finalmente una persona. Un guardián al que saluda y que responde tranquilamente, y otro pasillo. En él una mesa con folletos sin rostro, sino la textura de una pared sin tarrajear, con surcos ondeantes. Nada especial. Y al fondo del pasillo, una cortina negra. El sonido parece ser distinto. Aparta la cortina cuidadosamente e ingresa. Lo que ve lo impacta. Una gran ventana le abre la vista hacia una construcción antigua, toda iluminada, y unas voces extrañas que conversan sobre cosas banales, voces que surgen de un parlante hacia la izquierda. Dos bloques de madera escalonados que miran hacia afuera. No, las voces no provienen de ahí, dos cabezas se han mostrado detrás de uno de los bloques ¿Hablan ellos? La duda lo embarga.

A la derecha, detrás, un equipo de sonido revela el origen del espíritu estremecedor. Una luz violeta lo consagra como espíritu. Las voces continúan. Se dirige hacia la ventana, comprueba la veracidad de las dos personas en el salón, y pronto que son sus voces. Mira hacia abajo, a la calle, el asfalto y el concreto. Piensa en el suicidio, en que lo pensó hace solo unos minutos y que ahora se encuentra bastante arriba. Sonríe, “son tonterías”. Piensa en lo grandioso de aquel sonido, que armoniza incluso con sus voces y su propio silencio.

Silencio. La noche. Un transeúnte despistado regresa a casa por un camino conocido… El sonido de la calle, aquel fondo sobre el que superponen las voces y cláxones y demás, es profundo y estremecedor. Recuerda a Tchaikovsky. Suenan bien juntos.